De JOSÉ MARÍA SOUVEIRÓN, un poema que refleja la complejidad de la Mujer…
Ella tenía unos nombres extraños, a mi antojo.
Unos días se llamaba “CEREZA”,
era redonda y suave, pequeña y reluciente.
No venía en racimo, sino única y aislada cereza de mi gusto.
Otros días se llamaba “PALOMA”:
y era tierna, plumosa, llena de arrullos lentos.
En libertad volaba sobre los altos pinos
para volver cansada a dormir en mis manos.
Otros días se llamaba “FUENTE”,
y era un prodigioso cantar sosegado, de frescor y de luces.
Cuando yo le agitaba las alas,
se reía con ondas que tardaban un rato en aquietarse.
Otros días se llamaba “ALBAHACA”,
y olía maravillosamente -sobre todo al crepúsculo-
y era tán delicioso el aire de su aroma
que la ciudad entera parecía perfumada.
Otros días se llamaba “LÁGRIMA”,
y daba pena verla tan pequeñita,
resbalando en tibieza salada,
melancólica, sin ganas de jugar
Y pensando que todo estaba por los suelos.
Otros días se llamaba “CRISTAL”,
y la veía transparente y un poco avergonzada
de que yo la supiera del todo y sin secreto,
sin hablarle siquiera.
Y era frágil y pura.
A veces se llamaba “NIEBLA”,
y era tristísimo ver como todo, en ella y en mí, se hacía invisible.
Andábamos a tientas uno en busca del otro,
pero no nos hallábamos y estábamos distantes…
Otros días se llamaba “PIEDRA”,
y era tan dura que mis manos sangraban y el amor me dolía.
Cuando ella se llamaba piedra…
Mejor será olvidar esos días minerales y oscuros…
Otros días se llamaba “CORAZÓN”:
Daba gusto verla tan incansable, tan tierna.
No podía casi acercarme a ella por miedo de dañarla,
pero estábamos juntos y nos decíamos cosas…
Otros días se llamaba “ARCÁNGEL”:
Se perdía de mi alcance…
De pronto yo me encontraba, trémulo, a la vera de Dios.
Todo brillaba tanto… que pienso que esos días comenzó mi locura.